Muchas veces las personas que han sido víctimas de abusos no desean iniciar un proceso de terapia por el miedo a recordar y revivir la violencia y el maltrato padecido. Y es comprensible. No es fácil.

Las consecuencias de estas agresiones son múltiples y pueden afectar tanto a la vida personal, dificultando las relaciones afectivas sanas, como a la profesional, impidiendo desarrollar una carrera exitosa a pesar de tener potencial, y la social, limitando e incluso eliminando las actividades de ocio y las relaciones con amigos. Y es que al haber vivido episodios de abuso por parte de otra persona se desarrollan sentimientos tales como desconfianza, culpabilidad, incomprensión, vacío existencial y hasta la sensación de ser un “bicho raro”.

No es fácil. Para empezar, solo el hecho de buscar ayuda ya es el primer paso. A partir de allí la terapia que yo ofrezco consiste en ir sanando poco a poco, con mucho respeto y al ritmo adecuado, las heridas sufridas en el pasado, para que puedan cicatrizar pero también reconstruyendo el presente al incorporar un valor fundamental:el “empoderamiento personal”, que va generando fortaleza y seguridad.

Los testimonios de mis pacientes confirman que este método es realmente liberador, aunque enfrentarse al pasado pueda ser doloroso. Con la ayuda del empoderamiento, como valor y recurso positivo que va dotando de fortaleza, se puede lograr el bienestar emocional.